El rocío mañanero lo refrescaba.
El sol lo besaba dulce y con cariño lo abrigaba.
La lluvia con ternura lo alimentaba.
La brisa con delicadeza mecía y tocaba.
El capullo agradeciendo tantos cuidados floreció.
Brotó una hermosa rosa de Castilla.
Ofreció aparte de su belleza, su agradable aroma.
Era feliz en medio a la natura.
El romántico, al pasar la admiró, un poema le dedicó.
El deportista se detuvo, mientras descasaba, la contempló.
La enamorada suspiró, regalándole su amplia sonrisa.
La madre, con su niño en brazos inmenso amor sintió.
La adolescente en su cuaderno la dibujó y un corazón a su lado plasmó.
Todo bien, armonía y belleza hasta que el egoísta apareció;
solo en él pensó y de un tajo la cortó. A su guarida la portó.
Triste en un gran salón, nuestra querida rosa a morir comenzó.
Sola, sufriendo y desolada lento marchitó.