En algún capítulo de la historia,
las páginas transcribieron los sucesos
de cuando habitabas acá y yo tenía tus labios,
tú, mis cánticos entonabas en este nirvana,
en este bello jardín donde acudías al amanecer
para recolectar ramilletes de coplas;
y al pie del naranjo, donde te tenía, bello ser,
un día, te busqué… sin que tú puedas mostrarte,
y ahora, los pensamientos perversos
inhuman cuerpos, en lugar de simientes de flor,
mas ya tras el crepúsculo la noche emerge,
como el fénix inmortal se yergue, y mi paz se anega
en presencias idas… en baños de escozor.