La gotas de lluvia, han olvidado el corazón
del huerto, donde alguna vez un rosal nació
y hoy es un crudo desierto, pues el amor murió
tan de repente, que no se cual fue la razón.
La sangre de los pétalos en total desazón,
emprendieron su camino, al mundo que perdió
de vista la sed, que en un momento provocó
el vacío de su alma dentro de un caparazón.
De rojo color era, la llama que envolvía,
la extinta ceniza que brotaba de su interior,
mezclándose con el ocre otoño, que perecía
entre las manos del viento; tan fuerte, superior…
Que en un soplo de gélido aliento llevaría,
la vida inerme de aquel vacío huerto al exterior.