Kinmaya

Los celos de la bestia

 

No existe ningún detalle que escape al moribundo acto de un amor alcanzado por su tragedia; lento el tiempo ocurre y se alteran todos los sentidos.

No es posible explicar la agonía ante una ausencia trágica y tan inesperada como penosa, un temblor en las manos viene desde el alma. Para muchos, un final esperado.

No ha de importar si las paredes se deforman y caen, si los mares o los vientos caóticos se revelan, o el mundo se detiene ingrávido y letal.

El desierto y la sed desaparecen, el destino enloquece, las víctimas se vuelven fantasmas antes de morir, las fauces caprichosas de una criatura violenta, la furia de una mente atormentada por los celos; se termina llevando lo que nunca debió merecer en este mundo.

Luego. Un silencio que nadie entiende recorre todos los miedos, miedos que vienen desde todos los rincones del mundo, donde alguna historia muda nos espanta el espíritu.

Cuando los celos del hombre se vuelven demenciales, le arrancan los ojos del alma, quedando totalmente ciegos; los infiernos en la tierra que habitamos se abren, y dejan nuestras miserias totalmente desnudas.

Los demonios de la mente estallan, pero también todo lo que a su obsesión enferma a su paso dejó. Víctimas que nunca imaginaron, que el mismísimo demonio, dormiría alguna vez su lado.

La ceniza cubre la conciencia colectiva, y se la llevan los tiempos para guardarlas; con la única esperanza...de que nunca más vuelva a suceder.