Llueve. En los árboles de la plaza, el color se purifica y brilla, como si el follaje descubriera mi mirada en la ventana y me sonriera. Los eucaliptus alzan sus brazos intentando tocar el cielo, ese mismo cielo que, alguna vez se vistiera con harapos hilachentos descargando terrosas tormentas pero, esta vez el agua es fresca y dulce como un pintor sin pinceles. Yo quiero pintar con palabras y caminar sin prisa por la plaza, porque esta lluvia me espera para entregarme sus secretos y viene a escuchar el desfile de mis recuerdos, pero hoy…no puedo, hoy solo dejo colarse algunas gotas por las hendijas de mi ventanal .El aire que, ha recorrido los campos canta formando pentagramas allá en lo alto pero, solo yo lo escucho. Es otoño y los árboles pierden sus hojas cobrizas que agonizan cubriendo todo. Va atardeciendo y mis ojos buscan todo en aquella plaza de mi barrio.
¡Oh, agua y viento! Siento que todo me llama, que me esperan, pero hoy no puedo salir, hoy estoy enferma y la melancolía respira a mi lado. ¡Oh, otoño, quédate un tiempo más, para que el invierno tarde mucho en llegar, anima a la lluvia para que vuelva por mí!