Mi mejor poema era su voz,
Que me arrullaba desde la distancia,
Y sin darme cuenta me perdí en su mirada,
Que como candileja iluminaba el camino
De mi alma enamorada.
No sé si lo perdí o sólo fue un sueño que imaginaba.
Sólo sé que su sonrisa fue canción,
Que hacía estremecer mi fibra apasionada.
Más todo cambió después de su partida.
Hoy mi pobre corazón le sigue recordando…
Y la rosa y el clavel que un día me ofreció,
Se han ido marchitando,
Y su recuerdo me condena a un vacío infinito.