Del horizonte surge blanca nube
y un rayo estrepitoso la penetra,
tapando el titilar de las estrellas
iluminando aquella negra noche.
Luz de lejana estrella evaporada
que muestra su poder entre las luces,
un fulgor de su lumbre que seduce
sin que se asome el sol, sin que abra el alba.
La cúpula celeste relució
y en fugaz viento se desvaneció,
luz que se difumina y desfigura
en silueta escondida en el espacio.
Así es el devenir del ser humano,
vivir en nuestros gélidos despojos
como cualquier estrella evaporada,
y es por eso que somos lo que somos.
Hugo Blair M.
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