Tu viaje cruzó fronteras
buscando cumplir los sueños,
no te frenaron barreras
por ser grandes tus empeños
y tus sueños de quimeras.
Los años fueron pasando
y alegre fuiste creciendo;
mares y ríos gozando
y en tu vientre ibas sintiendo
el amor de hijos soñando.
Pero atravesó el destino
una punzante saeta,
la que truncó tu camino,
la que cercenó tu meta
y el caminar peregrino.
Nadie imaginó perderte
en un tiempo tan temprano;
pensé, volvería a verte,
sana y con temple lozano,
pero antes te vio la muerte.
Pesares hay en la vida
pesares que siempre duelen;
y sangrando van la herida,
que tanto el alma demuelen.
¡Adiós hermana querida!