Andaba muy preocupado.
Presagiaba sucesos sobrenaturales;
intuiciones aceleradas y agresivas surcaban las
coordenadas de su cerebro.
Su imaginación daba vueltas como una noria
desbocada en el centro recóndito de su universo.
Derramando lágrimas de misericordia,
se sumergía en una plegaria misteriosa...
Recordando las vicisitudes del momento,
intentaba cubrir todo su cuerpo con el manto
peregrino del silencio.
Solamente vivía para aquel instante,
el tiempo restante llegaría cuando el dolor hiriente
de aquella hora traicionera y tóxica,
estuviese sepultado en las cloacas profundas de
su miedo furtivo e indeseado.
En su oscuridad lastimosa todo eran desencantos
impregnados de desgarros insostenibles,
en las arrugas de su demacrado y sufriente
semblante.