Alberto Escobar

En tu honor

 

Mecenas, el de la túnica desceñida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dos grandes pilares sostuvieron
tu gloria octaviana.
Uno, con el verbo y el diálogo.
El otro, con el acero y la fuerza.
Uno, con una legión de epígonos
peritos en letras, el otro, con una legión
de mílites diestros en la estratagema.
Uno, con alarde de serenidad y buena mesa,
el otro, con la furia que la amenaza contrarresta.
Uno, Mecenas, el otro Agripa, uno, refinado
y rebosante de vianda, el otro, fibra y pundonor
a manos llenas.
Ambos, contrafuertes eficaces.
Ambos hicieron las veces de andas
del transporte de su césar a los anales
de Titos Livios y Plutarcos de toda laya.
Roma y los romanos que nos reputamos herederos
de tu presidencia, rendimos merecido homenaje
al constructo que nos dejas.
Leyes, ingenierías y docencias vinieron a quedarse
y pervivir a través de lo que supuso la carcoma
de tu obra y su decadencia.
Seguimos sostenidos sobre tus edictos y recetas,
de modo que sin tu quehacer y la brega de quienes
sin condición te sirvieran nuestro ahora adolecería
del primor de tus vinos, aceites y fiestas.