Nunca me paso por la mente en qué llegaría un día en qué odiaría a una persona más qué cuálquier ser en este mundo. Hasta qué llegaste tú, Las cosas que hiciste no tienen perdón de Dios. Te llevaste todo lo qué me hizo sentir libre, fui un prisionero para ti, encerrado en una celda. Me jugaste como una pieza de ajedrez y solo me pregunto, como es posible qué un amor tan grande, se convirtió en solo odio.