Las sorpresas se desvanecen en la
retina mientras se parpadea. No hay lugar
para los sin embargo.
Se extravían en apenas un segundo para
llegar siempre tarde a corregir el inicio.
Jamás se proclamarán duraderas.
Siempre quedan, tan sólo, sus tristes
esqueletos entre el vértigo de nuestro
olvido.