LA MAÑANA DEL PASADO II
Se vive así la vida, se vive en un recuerdo, se vive con la imagen de aquella luz de un día, se piensa, se medita y casi sin saberlo, nos llega la sorpresa de otra bella poesía.
Se fue sola escribiendo la llegada del destino, tomándose del verso que yo en tus ojos vi, y así en otra mañana te vi otra vez conmigo, con esos mismos ojos que hicieron tanto en ti.
Se vino una mañana después de tantos años y yo conseguí verte tocada por la vida: la misma musa mía llegaba del verano, sonriente, reposada y con dicha florecida.
Se ataban a tus ojos los días de una vez, con aires del presente, con fuegos del pasado; la niña ante mis ojos ya era una mujer y yo seguía siendo el que ya creía olvidado.
Se iba la mañana... y la tarde haría el encuentro, una que nos hizo hablar de tantas cosas: de aquello que nos viera pasar por el silencio y de eso que construye las frases más hermosas.
Se puso en tus pupilas la flor de la alborada, la flor que busca espacio en un lugar futuro, y yo sería sonrisa llegando a tu mirada, por sólo darte un sitio que yo sentí seguro.
Se vio en mi hogar la musa de aquellos años bellos, llegando y aromando el color de mi jardín: la magia había entrado tocada por un sueño que bien se reflejaba en tus labios de carmín.
Se fue de canto en canto la tarde entre nosotros, se fue de verso en verso mi dicha en tu semblante: la tarde fue tan bella mirándote a los ojos aun cuando durara tan sólo un breve instante.
Se fueron esas horas en alas de la dicha, quedándose en mi pecho la misma del ayer: la musa del pasado dejaba una sonrisa, aromas de los cielos que deja una mujer.
Se pudo ver el tiempo detenido aquella tarde, hacer de aquella cita algo mágico y divino: así aromaste todo el momento inolvidable que fue escrito y descrito por manos del destino.
Si bien, Andrea, fuiste instante y no destino, aquí quedó tu aroma, colgado de mi hogar. ¡Qué bello conocerte en este mundo mío! ¡que bello haberte visto escuchándote cantar!
Se iría con mi dicha, tu dicha en la mirada, en horas de la noche que te dejaron ir: se iba ya la musa… se iban las palabras… pero quedó el perfume que dejaste al sonreír.