UN CAMBIO ROTUNDO
Subida la mostaza a la cabeza
llegaste, no importaba quién caía,
veías dinosaurios en pobreza
danzando y al compás de la sequía.
Los humos asfixiantes, la torpeza,
no supo sino darte alma vacía,
y lágrimas de sangre en la maleza
no fueron más que un surco en armonía.
El cielo desprendió, no sé qué cosa,
y en ese instante el giro se hizo ameno
al punto que evitó seguir la fosa.
Y hoy veo, porque alumbra el sol a pleno,
un paisaje, una copa bien frondosa
sin pasado, sin musgos ni veneno.