Una esperanza
estaba bajo un tilo
como soñando.
¿Y qué buscaba?...
¿quizás nuestros latidos
de enamorados?
Quizás los pasos
que dejan los ancianos
que van a verlos.
Llegó el otoño
y el tilo y la esperanza
envejecieron.
Atrás dejaron
momentos compartidos
con otras gentes.
Besos y abrazos
de jóvenes y amantes
con mil suspiros.
Y en el invierno,
nosotros regresamos
a los jardines...
Con nuestros sueños
dejados en las ramas
de un viejo tilo.
Y la esperanza
tatuada en ese tronco
de nuestras almas.
Rafael Sánchez Ortega ©
31/03/20