Yo no pude disponer
donde y como nacería
mas la suerte me daría
la gran dicha de tener
un padre de gran valía
que mi gran faro sería
para siempre proceder
con honorable hidalguía.
Es mi orgullo descender
de quien siempre me diría
que al mundo yo vencería
sin mis principios romper,
que nadie parar podría
el corcel que montaría
si sabía defender
lo que el corazón sentía.
Me orientó que yo debía
al falso reconocer
porque sabe bien vender
su estampa de bizarría
en la cual puede esconder
deseos de corroer
los planes que yo tenía
y poderlos detener.
Con cariño me decía
que jamás debo ceder
y por siempre mantener
mi coraje y gallardía,
que serían menester
para poder acceder
al triunfo que merecía
demostrando mi valer.
Me enseñó a no perecer
en la tediosa apatía
pues la desgracia vendría
mi destino a oscurecer.
Me mostró que se vivía
la vida con alegría
aunque siempre pueda haber
su momento de agonía.
Será siempre mi placía
de tal hombre descender
porque me brindó al nacer
su sangre noble y bravía;
fue simiente del deber
de donde pude obtener
la savia que me daría
la luz que habita mi ser.
Autor: Aníbal Rodríguez.