Quema penas el fuego de San Juan,
la hoguera se retuerce y gime
proyectando al aire centellas deseadas
y olor a lágrima quemada.
Refulgiendo van mis suspiros
mientras queman las maderas
y fulguran las vivas candelas
avivando en los ojos brillo de zafiro.
Como en los anhelos crece la llamarada;
extiende sus brazos de fuego al cielo,
pareciendo como si riera y llorara,
y lanzando al aire humos de llamada.
Los ojos eran ya minúsculos espejos
reflejando la inocencia de las miradas
cada vez más libres y solidarias,
liberando emoción al calor del rescoldo.
Aquellas llamas que querían abrazarnos
discretas, poco a poco, iban menguando
mientras se apoderaba de mi alma
una paz serena con aromas de calma.
Lánguidamente el fuego va encogiendo,
las pupilas lentamente iban creciendo;
dejo atrás las enconadas brasas y me voy,
liberando el lastre de penas y tristezas.
23.06.09
Pau Fleta