No te dije adiós
como si fuera un gesto premeditado.
No me despedí
como si fuera un acto de desierto ademan.
Me fui porque prefería llevar
detrás de mi los pasos perpetuos
del olvido alcanzable.
Porque quería extender delante de mi
dos faros que acumulan volúmenes de luz.
Porque asi caminaba con mis brasas
maltratandome mis cejas
y quemando las puntas de mis dedos.
Llevaba mis gritos a casa,
allí donde ato los besos revueltos
y la escasez de mis intenciones
que también pueden ser tuyas,
y el otoño cubre la piel del destino.
No me fui como terco injurioso.
Me fui recogiendo las redes
que el olvido echó donde se acumula el deseo
y donde el mar ya no es sino tierra silente.
Pero no me preocupo
ya que el ruido de tu barco
lo tengo guardado.
Y también los vientos,
y también las olas,
y también los besos de un aire.