En blanco y sin vida alguna,
yacían las hojas abandonadas
sobre el viejo escritorio que lucía
una gruesa capa de polvo.
Tristes y resignadas aguardaban
el olvido cruel y definitivo,
tiñendo sus almas de amarillento dolor;
entregándose a una que otra telaraña.
Una noche la inspirada pluma llegó,
rescatándolas con bellas y sentidas letras,
borrando así todas sus arrugas y penurias;
dándoles sentido a su existencia.
Anna Gutiérrez.