Me encanta su mirada, sutil y vaporosa,
que tiene los reflejos de un sueño de pasión;
me atrae su figura, gallarda y voluptuosa,
que deja embelesado mi amante corazón.
Adoro de sus manos el suave terciopelo
que ofrece la delicia del gozo pasional;
me inspira el azabache tan negro de su pelo,
que cae por su espalda de forma muy sensual.
Si miro su figura, simétrica y perfecta,
divagan mis ideas en forma de tropel,
buscando la palabra, más dulce y más dilecta,
que pueda describirla con todo su oropel.
Me gusta contemplarla, sentada sobre el prado;
parece la nereida de un cuadro de Boucher;
irradian sus sonrisas un halo consagrado,
igual que tierno arcángel, con cuerpo de mujer.
Por eso no podría dejar de venerarla,
sus formas son la llama del fuego mas febril;
y no se cansarían mis ojos de admirarla,
con ese afán que lleva deseo muy viril.
Autor: Anibal Rodriguez