A ese rostro
curioso, tranquilo
donde gana Dios
y pierde el hombre
que refleja el vacío
del ser dominante.
A ese rostro
de mirada vacante
donde todo nace:
el absoluto
el incesante.
Donde cae la lluvia
y se apaga el hambre.
A ese rostro
cubierto de historia
rastro de guerra
del último hombre.
A ese rostro lleno de tierra
donde los gusanos hacen tregua
y firman la paz.
A ese rostro
testigo del tiempo
guarida del insecto
que nunca aprendió a volar.
Último testigo roto
que camino a su exterminio
soñó su libertad.