Se abrió como mariposa y dejando la vieja sotana
bajo sus pies desnudos, voló hacia el infinito.
La tosca piel en el suelo, se transformó en cenizas,
deshaciendo los recuerdos.
Y sus ojos por fín vieron, la realidad sin cortinas.
El brillo de las conciencias, sin la mugre de la vida,
destellos en los rincones, de amor y paz bendecida.
Y reconoció al hermano con sus manos encendidas,
lanzando fuego en la siembra, sin recato, ni medida.
Ya no supo que decirse, quiso parar su osadía,
pero la libertad de los otros, le vistió de cobardía.
De nuevo quedó atrapado, por traje nuevo, a medida,
y agachando la cabeza se disfrazó de utopías.
Dolores Egea ( Lolaila)