Gime una señora encarcelada
en una prisión bordada en oro
son lágrimas de un tono incoloro
porque solloza sin ser notada.
Se obliga sin estar obligada
a dar un fuerte grito insonoro
porque sabe que es otro tesoro
de sonrisa amplia pero callada.
Aun con cicatrizada experiencia
su corazón y sus labios muerde
en el afán de pulcra apariencia.
No hay nada malo qué ella recuerde
en su sacrificada creencia,
oscura alcoba y un jardín verde.
Luis. Angel Castillo Aguirre
Los Derechos Reservados // 24-06.2020 //
Foto tomado de Red