Para noches ásperas,
el jardín de tu confianza
limpio de espanto;
en un rincón,
el amanecer fortaleciéndose,
deja entrever
sus pequeños dientes
blancos,
muy blancos,
la luz del día revolcándose
en mi pecho.
Muerte y olvido,
son dos palabras ajenas
de corazón pequeño;
anochece y viajas conmigo
a solas,
a solas yo camino contigo,
oveja dócil
marchando al vividero,
indultando palabras
que han mentido siempre,
cuando a veces pienso
que ya no te necesito.
Eduardo A Bello Martínez
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