Nueve meses esperamos en torrentosas primaveras estacionales,
observaba dia y noche el paso de un vientre de llanto
y me perdia en lagunas mentales creyéndolo prosaico,
a veces preguntaba, dejando la esperanza inmarcesible
¡oh no quiero saber del pasado!
era un desencanto mental buscado, aislado, soterrado
una camisa de fuerza apretada entre el alma y el corazón.
Desde lejos los perros corrian por detrás de una campana,
eran testigos privilegiados de una luna gozosa de dolores, el paso del viento
comenzaba a balbucear y el silencio a susurrar.
perplejo al parpado del ojo, comenzaba a nacer una especie de rosa blanca,
con pétalos de sangre aguado, venia del fondo de un vientre florido, en un
alabe descolgado, era el delirante desencanto de nardo desatado.