La pequeña redondez
de tus senos
se me escurrio
entre los dedos hoy.
Se ha fugado
de mi alma,
de mis manos
palpitantes resbalo
Agitada y temblorosa
Veias tras la ventana.
Y en lo inmenso
de tus ojos
vi lentamente
agonizar el mañana.
Hoy sólo me queda
en las manos
la textura de tus pechos,
su suavidad
de durazno.
Y en el alma
agonizante,
y en mis labios taciturnos
el sabor
de aquel verano.
©Armando Cano.