La tarde desciende hasta el puerto
balanceándose en la pluviosa fragancia salina
el trasnochado muelle palidece de melancolía
bajo la vaporosa sombra de las gaviotas reidoras
que quiebran la gozosa serenidad del crepúsculo
la profundidad del horizonte cóncavo
relumbra con fosforescencia cósmica
en la aureola de los luceros diáfanos
de las entrañas de los arrecifes
emergen los peces payaso
para vestirse de arlequín y maquillar sus narices
bajo los párpados despiertos de las estrellas traslúcidas
la sombría soledad de las noches
se extiende a través del frío mediterráneo
y los truenos violadores del sagrado silencio
atormentado por la obsesiva creencia
de la resurrección de cristo crucificado
[en la profundidad de una caverna
donde sopla el frío más hondo]
un suicida sueña morir entre las olas
y teñir el mar de sangre
- una forma de convocatoria a los dioses -
solo las piedras saben de sobra
como es la sequedad del alma
cuando bajo la piel reposa
el desierto de la angustia
michurin velez [06 dosmil 20]