Hay adioses con ternura,
adioses de desamor,
hay adioses deseados
y hay adioses sin razón.
Adioses apasionados,
adioses que quiso Dios,
adioses llenos de odio,
adioses llenos de amor.
Hay adioses de esperanza
de un regreso sin adiós.
Mas todos están pasados
por el tamiz del dolor.
Pero el adiós más punzante
que nos hiela el corazón
es aquel no pronunciado:
adiós sin decirse adiós.