El hombre incompleto reza con su costado abierto
a su amada noche resignada,
necesita su mano como su abanico en verano.
El hombre incómodo ha sufrido la vida como un único día perpetuo,
los ojos cerrados esconden las lágrimas que riegan sus entrañas.
Un hombre desamparado en medio de la noche, perdido sin el calor de tus manos,
tus dedos acariciando la carne de un humano,
que yo no soy nada. Nada, si no me pongo de acuerdo contigo.
Pero el hombre de ahora tiene una queja, por qué tanta pereza, a qué le digo adiós? A ti no. Dejé de mirarte un instante y huyó la vida, hiriente, insistente, reconfortante.
Ahora fijo mi vista y te veo, concreta, bella, completa.