Rompí las cadenas y me puse en pie,
toqué sus alas y di color
a sus plumas grises,
esperando que lo pactado
se volviera impajaritable.
Abrí la ventana y con mi último aliento
los animé a volar;
mientras se alejaban,
llenos de vida y con expresión burlona
uno volteó y me dijo:
"¡¡¡Iluso!!!
¡La felicidad, siempre estuvo en tus manos!
¡Ahora nosotros, nos la llevaremos!"