andrea barbaranelli

Vivir a salto de mata

Un día en que me dormí

la cara vuelta hacia el mar,

la noche rompió las amarras

y me llevó muy lejos.

Otro día tuve los ojos

cerrados por todo el tiempo:

el sol vino a acariciarme,

el viento me cortejaba,

una voz se me acercó

tratando de seducirme.

Alguna vez, lo confieso,

me dio por robar: espiaba

a los otros y ponía

mis lerdos pies en sus huellas,

remedaba sus ademanes

y repetía sus palabras

interpretando en solitario

un sinnúmero de roles.

A menudo hasta intentaba

emular un vegetal,

un animal o un objeto,

pero lo que conseguía

casi perfectamente

era imitar mi esqueleto.

La vida me seducía,

he dicho, y estaba contento,

aunque las ocasiones

a veces me defraudaban.

Pero lo importante es vivir,

dejar que la vida te lleve.

Tras de cada puerta que abres

se abre un sinfín de otras puertas.