Algún día volverá a repicar la gran campana,
De la hermosa iglesia de mi amado barrio,
Y quizás me lleve de la mano,
La seguridad del cariño de mi padre;
Andando en pasos recién inventados,
Miraré a los hermosos ojos de mi madre,
Y quizás ella me tome, con cariño de la otra mano que me sobre,
Le diré entonces lo mucho que la he extrañado,
Y que recuerdo su abrazo amante, por su único hijo ahora hombre,
Y me preguntará entonces,
Si llevo esos recuerdos, escritos en mi memoria,
Y en mi voz recién nacida le diré que no,
Porque los llevo en lo más profundo,
De amarla aquí en mí pecho;
Pasearé de la mano de mis padres,
Y sentiré su caricia en mi cabello que ha nacido,
Negro y de rizos muy profundos,
Llevarán el aroma de jazmín,
Con que ella me perfumara;
Le preguntaré a mi padre,
Si me Amó con ese Amor de hace tiempo,
Y me dirá entonces que su Amor,
Es perenne y también longevo,
Como en tiempo muy pretérito y perfecto;
Recordaré que sus manos me alentaban,
A no caer en la balada de mis pasos,
Y si ello algún día sucediera,
Sus brazos en profundo Amor y garantía,
No dejarían que me doliera, un raspón en mis rodillas;
Me pregunto si anoche que los he soñado,
Como casi siempre sucediera,
Me dirían que ya es tiempo,
De volver a esos brazos,
Que con Amor me cuidarían,
Mas de pronto la voz amada de mi madre,
Me acaricia suavemente por la frente,
Y en su voz tan querida y arrullada,
Me diría que aún, no es dado el tiempo,
De partir… no,
Aún no... no es tiempo todavía.