Silvestr

Una victoria bien muerta

Era una tarde de lunes, el ambiente estaba caluroso y nublado.
.- Vaya calorón que hace, no mames como se antoja una chela bien muerta. Dijo Saturnino susurrando.
Los minutos pasaban y parecía que las nubes daban pasos a unos pequeños rayos de sol; Saturnino por su parte fue al baño, bajo las braguetas de sus pantalones, tomó su pene y orinó en la taza. Exclamó:
.- Si no cambio este habito, no podré beber nunca más una chela.
Salió del baño y se sentó en la cama. Se preguntaba:
.- ¿Dondé conseguiré una chela bien muerta?
Pasó una pequeña rafagá de viento y escuchó un leve susurró:
.- En un oxxo o 7/24.
Saturnino esbozo una sonrisa, juntó las manos, las frotó y pensó:
¡Claro! Voy a buscar en la bolsa de mis pantalones y seguro tengo lana.
Corrió mucho más rápido que una tortuga, llegó al baño y cuando buscó los pantalones, no estaban; entonces se llevó las manos a la cabeza, se agarró los pocos cabellos que tenía y gritó:
.- ¡puta madre, ora si nunca más beberé una chela bien muerta! ¡vale verga!
Llegó la noche, corrió una rafagá de viento y eso pareció susurrar algo a Saturnino, abrió los ojos y se encontraba en un cuarto oscuro con muchos colchones y con una camisa que le ataba en forma de cruz los brazos. Desde ese día grito:
¡quiero una victoria bien muerta! ¡quiero una victoria bien muerta!