En un mundo de líneas
breves, hirientes, punzantes,
traté yo de amarte; sobre
una selva de ardientes lapiceros
colgantes, mis labios recorrieron
tu cuerpo. Eran noches de infracciones:
amantes unidos por un mismo afán
de torpeza y desinterés. Eran mañanas
de café rápido y barra adormecida:
fines de semana inexcusables, sombrías
victorias al desorden de un después.
Luego, unidos por la utopía, quizás
un beso sembrado de amargura, el latido
se hizo extenso, como un párpado soleado
y cariñoso. Pulverizamos por instantes
el caos de las avenidas y de las calles organizadas,
corrimos en la lluvia con un pie descalzo, y una mano
de pintura diluyó nuestros enseres.
Fueron noches de bronca, repetitiva y cordial.
En las que yo amé lo que de mí sobre el papel
dibujabas-.
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