Había una vez, un niño que ingreso a un jardín, era como todos los hermosos jardines, aunque este jardín parecía tener todas las flores que pudieran existir. Era un jardín de puertas mágicas que permitía escapar de cuestiones difíciles de entender para un niño, un jardín con todos los colores que en la vida parece no haber.
Lo cierto, es que este niño, cada vez que algo no entendía de su compleja familia, se iba a su jardín, un verdadero oasis para sus sentimientos, que además crecían con a él, aquí parecía estar a salvo, pues las formas y los colores pintaban su alma de niño con motivos para celebrar su vida.
Un día, el mundo del niño se complicó, tuvo que viajar muy lejos, y muy solo se sintió, pero al niño se le ocurrió ingresar rápidamente en aquel maravilloso jardín, pero esta vez corrió mucho más rápido y más lejos, y para su sorpresa, vio como el jardín no terminaba nunca, se detuvo junto a un espléndido árbol de roble que parecía llegar al cielo, se recostó junto a él y se quedó profundamente dormido.
El árbol, escucho sus lamentos dormido con un pedido que flotaba en sus sueños, el árbol escucho aquel sentimiento. Al despertar, el niño se sintió inquieto por la distancia recorrida, y por haberse quedado tan dormido, de un salto se quiso incorporar, pero se encontró inmóvil, no podía moverse en absoluto.
Asustado, quiso gritar y tampoco pudo, hasta que una voz potente pero cálida, le habló.
-Soy el árbol más viejo de este jardín, mis días son eternos, y estoy para ayudarte, no puedes gritar, aquí solo se escuchan los pensamientos. Tú has caído exhausto en mis brazos, y tus sueños han traído un pedido que mis ramas llevaron al cielo. Tú, has implorado que tu memoria infantil te proteja de aquellas experiencias que no puedes entender, pero que sientes que te causan mucho dolor, yo te prometo, que esas vivencias serán borradas de tu memoria para siempre mientras seas un niño, en su lugar, hare que crezcan palabras muy bellas, palabras con todos los aromas que hay en este jardín, sus formas y colores, palabras que te llenen el alma. Esta será la fuente de todas tus palabras.
De pronto, el niño vio como las hojas del árbol lo dejaban de acariciar, caricias que lo habían inmovilizado junto a aquel hermoso árbol de roble, un árbol que le prometió borrar de su memoria, todos aquellos sentimientos que tanto le dolían.
El niño fue guiado por un pensamiento hacia la salida del jardín, y regresó al mundo.
Se dice que aquel niño, cada vez que no entendía lo que sucedía en su familia, parecía estar invisible, las personas decían que estaba como perdido, escribía, pintaba y dibujaba, como si estuviera en un jardín perdido en el tiempo.
Lo que nunca supo nadie de aquel niño, es que sus lágrimas ya no caían en el mundo, caían sobre su alma, de esta manera regaba aquel hermoso jardín que siguió creciendo con el tiempo.
Hoy, de su familia, no recuerda casi nada; pero vive en un enorme y hermoso jardín, que anida en el fondo de su alma, junto aquella promesa cumplida…por aquel gran árbol de roble.