Después de emborracharme hasta desplomarme
dulcemente sobre mi cama
con mi cuerpo hecho polvo y en mis ojos bichos,
soñé con vos.
Me abrazabas y me decías que siempre estarías allí
que bien sé dónde buscarte
y me sobabas la espalda como si supieras
que son tus brazos los que borran todo aquello
que el vino blanco no.
Me duelen los ojos y las manos
me pregunto si una persona
podrá morir
de la tristeza.