Mírame, no me quites la vista de encima, graba la trayectoria de tus dedos recorriendo sobre mi piel el camino hacia nuestra ruina, déjame saberte amante de las lunas escondidas entre mis piernas; vuelve a ser explorador de la grieta grabada en el lado izquierdo de mi pecho.
Pruébame, que sea tu lengua fiel testigo del despertar de mi deseo, que la pasión desborde bajo mi vestido. Enfrentame en guerra bajo las cobijas, donde con suerte ninguno de los dos habrá de salir herido.
Exhala, gime, muestrame tus puntos cardinales, que cual pirata búscare lo que tantos han querido tener, llévame al horizonte, piérdeme entre tus latidos, quémame, hazme cenizas y luego dame las ganas de renacer, para desear morir incinerada otra vez.
Quiero ser testigo de tu naturaleza, de lo frágil que se nos volvió la calma estando los dos encuartelados en una habitación, teniendo como testigos a las horas mudas que nos pierden el paso cuando solo nos vemos tú y yo.
Ven, seamos libres estando encerrados, hagamos el amor y sobre la marcha dejémos que el nos haga a nosotros, después de todo, esta poesía solo es para dos.
— Yetzy Velasco.