Ella es colilla de cenizas encendidas;
es claro de luna que armoniza soledades;
es relatividad pura alargando brevedades.
Ella es el pañuelo de las tristes despedidas.
Ella es poesía, estos solo son versos;
es casta alegría, vaivén de mil maneras.
Sus labios juegan a imitar la primavera
y sus caderas a interpretar el universo.
Ella es la ilusión de un “te amo” a media voz;
es la luna siendo sol para mi alma;
es lágrima que no cesa para darme calma;
es el beso en mi mejilla para aliviar cualquier dolor.
Ella convirtió mi existencia en duermevela,
me acarició los miedos para quitarles sentido,
abrazó las penas de mi corazón resentido
y a mis tardes amargas, les dio un toque de canela.
Ella me convidó a un vals de vida;
a desvestirnos la consciencia con caricias;
a sentir la brisa de sus alientos;
a vivir por tan solo un momento
antes de una inexistente despedida
un sueño de esos que jamás se olvidan.
Ella fue inspiración en mis desvelos,
noción de perfección sobre mis labios,
lluvia que al atardecer no cesa
cayendo suave por mera sutileza,
para permanecer inquieta aquí a mi lado
sin necesidad de querer volver al cielo.