Profundo amor incólume irradiaba
que con cálida caricia te abrigué
y con trémulo tacto procuré
que no faltara nada a tu mirada.
Ya había intentado indumentaria fraga
de labilidad y labia seductora,
ya había probado perdonar las fallas,
empobrecer mi estima,
sumergir mi cuerpo en la hondanada.
Y terminé cada vereda varada,
sin resultarme nada, resignada,
a que de vista te perdiera, volando
al horizonte que me vuelve la espalda.