Las lágrimas nocturnas me atropellan repentinamente desplazando todo a su paso, cerrando el día en una noche eterna, vacía de tu cuerpo y de la miel tus labios.
Y le escupo al cielo atreviéndome a no ser y pidiendo no estar, me aferro a la locura para borrar éstos recuerdos que me destruyen poco a poco, al traer de vuelta tu sonrisa a mi insana mente.
Así que aquí estoy, en mi habitación a oscuras, solo la luz de la vela ilumina mi escritorio, en silencio alimento estas hojas con el vaho de tu ausencia, y como una inútil terapia te escribo cada día con la tinta carmesí de las venas.
Eternas Lunas-.