Sepulcro Beltran

Una caricia en la mejilla

 

 

Es tan sencillo escribir desde el dolor, en un bosque frio, con árboles sin hojas, con ríos sin agua, y pasto seco que lo cubra: transcribir desde el alma pura.

 

También es cierto que la vergüenza impone su recato a la hora de escribir, de contar algo.

 

Pero el dolor le quita la ropa, imprime con sangre y en tono bestial toda la verdad.

 

Aclarado este punto, no intento vestirme de palabras lastimeras.

He nacido y he de morir todo carne y huesos.

 

No anticipo mi muerte, ni siquiera la busco; puedo pensar en ella, desearla, pero ella ha de encontrarme a su modo y a su debido tiempo.

 

En ocasiones la imagino (a la muerte) como a una mujer fácil queriendo cogerse al que se le cruce por delante.

 

Pero yo que la he conocido de cerca, les puedo decir que es solo una anciana sin dientes y de rictus severo, sin más pretensión que sentarse en tu cuarto a fumar un cigarrillo y luego darte las gracias con una caricia en la mejilla.

 

 

 

Eternas lunas-.