Ansiosos por nuestro encuentro,
impacientes nos volvemos,
como niños en cumpleaños,
esperando excitados sus regalos,
contamos los minutos y al reloj de nuestra vista no sacamos.
Es que los dos bien sabemos,
que, en ese precioso momento,
el amor nos rodeara
y de alegría, el cuerpo y alma nos llenara.
El tiempo pasa lento,
mas lento que una noche de invierno,
pero sin darnos cuenta
la hora por fin llega
y a los dos sonriendo entre llanto nos encuentra.
Sin decir una palabra
y con un cálido beso repentino,
seguido a un fuerte abrazo
con intenso sabor a te extraño,
los dos en uno mismo nos fundimos.