Aquel día quedó plasmado en una fotografía, aquella que tendría dentro nuestras almas y su calidez.
Tus manos que agarraban las mías no eran solo el reflejo del momento vivido, sino la realidad de la felicidad inminente.
El papel en cuya superficie nos reflejamos, fue el cómplice de mi cercanía en tu bolsillo acompañándote en cada paso.
Los colores que adornaban la captura, eran el reflejo de la viveza de nuestras vidas y las ganas de caminar unidos.
Esa fotografía adorna el espacio que ahora compartimos y es observada por nosotros con nostalgia por lo vivido y amor profundo que sobrevivie en el presente.