De pronto lo vio.
Su mano comenzó a temblar,
el corazón aceleró sus latidos,
la vista se le nubló.
Lo tomó y lo deslizó en las hojas...
no controlaba sus movimientos.
Eran sus sentimientos
los que dictaban los trazos.
Un suspiro grande volvió a la realidad.
Llevaba el lápiz en su mano
y un hermoso poema yacía
en un papel sobre el escritorio.
Anna Gutiérrez.