Los campos dorados del verano,
en la luz mortecina del ocaso
con el solitario eco de los pasos
mientras se adormecen los pájaros.
El silencio de los caminos cae,
se apaga el rumor de la tarde
se envuelve de grises el valle,
la alimañas despiertan y salen.
La vereda recorre cansada,
como estrellas lejanas,
los pasos distantes que separan
las ultimas blancas casas
y la lengua de la montaña.
Camina con paso cansado,
mientras el sol mortecino arde
y los nudosos árboles pasan,
con paso triste y agotado
sintiéndose que no es nadie,
vuelve a su cueva para morir
el viejo zorro derrotado.