Desbocado como caballo fiero el Angostura,
vierte su sangre a la orilla del camino,
dos luceros lo proyectan a lo alto,
ecos sonoros de espumas entonan torbellinos,
confundido en las voces de la Cascada del Santo;
cual enamorado canta a su amada
para embriagarse con miel de la Mesa Colorada.
Un labriego cabalgando va de noche,
empuñando el machete y el azadón de cada día,
alpargatas que deambulan sin reproche;
la playa, calicanto y el agua sucia.
Hombres nobles de espíritu guerrero
que rasgaron su manos en el corte de trigo
surcando las tierras del Almorzadero
y al cuido de su rebaño un frailejón como abrigo.
A lo lejos se divisa una iglesia clavada al viento,
sembrada con las almas de los hombres que ayer partieron.
por la noche las estrellas cubren el firmamento
recordando en las campanas los que ya murieron.
Se quema una vela con los recuerdos y secretos,
el pentagrama rasga un tiple y una guitarra;
que arde intensamente en lo discreto
del normalista que aprendió en la pizarra.
En tierra negra las lajas brillan como espejos
donde viven los pájaros libres al viento,
las voces del silencio gritan a lo lejos;
de ovejas que pastean en el cielo.
En la sangre que surca la tierra bravía.
Cerrito pueblo de García Rovira,
en el campanario de San Antonio de Padua
Lo cuida, el que pa´ bajo mira.
En el surco, los labriegos cultivan la esperanza;
de aquel huerto florido, con el rocío de la mañana,
donde se llena la jarra de flores blancas del tiempo
tejidas con manos temblorosas de vieja hortelana.
Flores de espinas negras llevan sus lágrimas,
a donde anida el buitre insignia regional,
extiende sus alas en las escarpadas cimas;
en orla dorada que nos señala la riqueza sentimental
Sus habitantes de raza noble y pujanza;
desde el mortiño, tierra negra y veredas lejanas,
hilando mariposas que contemplan la esperanza;
en las bancas de la plaza los viejos con su canas.
Disfrutan el cielo al contar sus hazañas,
en remembranzas a un genio borracho
de los cardos y el uso donde baila la ruana;
embriagados con el néctar de un fuerte guarapo.
Cerrito pueblo bravío, donde por cada hombre
hay una historia de lucha y entrega,
se deleita su gente con las decimas de un poema,
el repertorio popular de la labriega.
En versos embrujados de coplas y lemas
el sol de mi pueblo parte a lo lejos
pues es la paz y la vida un emblema
Llevándose el perfume de la lana de los ovejos.
Cobijado por la oscuridad de las noches,
un padre nuestro se escucha orar,
abuelos que en mi pueblo recitan versos,
versos que tejen el arco iris en un telar.
Los vestidos engolados el paso de una doncella
con la esperanza del soltero que se quiere casar,
cubre el cielo enamorado de su belleza angelical;
en espera del hijo ausente que un día ha de regresar.