BANDIDO.
Había luna y unas tantas nubes que envolvían lo que dieran sus pupilas: un trozo de silencio, un pedazo de belleza y un fragmento del recuerdo rescatando una sonrisa.
A la luz de cada estrella, un paisaje se extendía para alzarme en su belleza, para hacer de cada instante un mensaje hacia el destino que los ángeles te muestran.
La noche y sus pupilas, me acercaban los fulgores del edén engalanado, donde yo sería el bandido que a su rostro le robaba lo más bello de sus labios.
A favor de aquella brisa, una noche hacía el sueño de sus labios en los míos, y en secreto se encontraba una lumbre de su cuerpo que encendía mi camino.
Gran parte de la noche estaba puesta sobre lo que yo viera en sus ojos: un trozo de silencio, un pedazo de belleza y un fragmento del recuerdo de lo que fuéramos nosotros.