Clara noche de invierno,
de luna blanca y cielo terso,
de sopor y de silencio,
que acabasteis en mi verso,
tu canto gentil y mágico
resuena en mi alma, cautiva
de la soledad y el dolor eterno,
como un triste lamento, como fugitiva
copla que escapa al sueño
y en la noche de letargo
yerra por los campos frescos
y por el recuerdo amargo.
¡Oh, y esa voz que susurra
con angustia la tristeza
de la soledad eterna,
sabe que en su canto la pureza
de su llanto brota
como manantial infinito,
que va por las acequias
del jardín bendito
de la memoria vana!
—Y mi nocturno sincero,
¿será acaso el verdadero
sentir de tu cantiga?
Dijéraislo, y pronto mi alcaduz,
como río, regaría el enjuto sauz,
como riega mi alma tu copla amiga.