Estrechas venas o arterias
disimuladas, como vacas
sacrificadas en Canaán,
como círculos criollos
sobre duros pavimentos de cemento.
En fin, lo que dura ampliamente;
lo que se ejecuta con la cabeza partida.
Esa flotación de energías
en lo hondo de la noche y distante.
Ese fluir de gotas que adquieren
su tonalidad de estrellas y salitre.
Esa masturbación solitaria
de lo nocturno con su propio diapasón.
Me encuentro en la pura carne,
en su elemental circuncisión.
Arenas divididas por congelaciones
de huesos, y esa hermética sonrisa
de quien perdió hasta la llave de su casa.
Voy buscando lo oscuro, lo depositado
en sobres de enésimas peluquerías de nieve,
lo que acontece fuera de las huestes prohibidas.
La lluvia soleada sobre el enebro
lo que golpea íntimamente el cerebro y lo destruye
la brusquedad de lo acérrimo en las lentes estrictas,
o ese golpe inaudito de las palas sobre los hombros
cauterizados.
Ah sí, buscando lo extraño en el conflicto-.
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