La noche,
cómplice de mis fugas,
tras el amor secreto,
que a oscuras me espera,
y al llegar a su alcoba,
por lo rápido, se desnuda,
la abrazo con ternura,
fusionados sin cordura.
De repente se escucha
un ruido en la cocinaa,
tal vez sea su marido
y una puerta suena
y genera más dudas.
Nos despedimos,
no sin antes sentir
su hermosura,
trémulos en el éxtasis,
y en pleno clímax,
eyacula mi premura,
salto la ventana
y vivo en carne propia
el peligro de la aventura.
Ya fuera,
la noche en su cadencia
me invita a descansar
en el jardín de la vida,
mi corazón palpita
a gran velocidad,
la misma que se logra
con la felicidad
de dos seres que se aman
hasta el final,
porque ella está sola,
sin el verbo amar,
y tengo que colmarla
con mi virilidad.
Oh que nocturna
y apasionada locura,
la que en cada encuentro
hace de mis sentimientos
una dosis de tremenduras,
que en mi enajenación,
me calman y me curan.